En
ocasiones, cuando se trabaja con plantas, resulta necesario reproducir los
ejemplares manteniendo sin alterar aquellos caracteres organolépticos,
morfológicos, etc., que proporcionan valor a una determinada variedad. Para
ello, siempre que sea posible, se recurre a la reproducción asexual, altamente
conservadora. Así, se obtienen clones, individuos exactamente iguales entre sí,
que conservan, de forma inmutable, las características del único progenitor del
que proceden.
Frente a
esta inmutabilidad, en la reproducción sexual, en la que dos células sexuales
se unen para dar un nuevo individuo, se produce una recombinación genética, que
mezclará los caracteres de ambos progenitores. En este caso, el individuo
resultante, diferente de sus dos antecesores, podrá reunir mutaciones
procedentes de líneas genealógicas distintas que, a lo largo del tiempo, han
ido facilitando la supervivencia de sus portadores, aumentando con ello la
flexibilidad y la capacidad de adaptación del individuo. Así, mediante la
combinación particular y diferente de caracteres en cada descendiente, una sola
pareja de progenitores puede dar lugar a un linaje de una gran variabilidad. En
el mundo de las plantas superiores, la unión de dos células sexuales se
materializa en forma de semilla, que será la encargada de dar lugar, cuando
germine, a la próxima generación.
En Viveros
Talaia, conscientes del potencial que este tipo de reproducción supone, todas
sus plantas son producidas a partir de semillas, extraídas de frutos recogidos
de ejemplares silvestres sanos y que han llegado hasta nuestros días pasando por el filtro de una selección natural, que ha
permitido sobrevivir sólo a aquellos individuos mejor adaptados.
Frutos de ejemplar silvestre de serbal de los cazadores (Sorbus aucuparia)
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No debemos
olvidar que las plantas que encontramos a día de hoy en nuestros campos, cuyos
frutos recogemos en Viveros Talaia, no han sido objeto desde su germinación de
ningún tipo de cuidado, es decir, ellas por sí solas han prosperado tras hacer
frente a todo tipo de adversidades ambientales.
Desde sus
comienzos, en Viveros Talaia la producción de planta autóctona ha estado enfocada
a la regeneración de zonas degradas. Se trata de un tipo de trabajo que exige
plantas duras, cultivadas al aire libre y con buena capacidad de adaptación. La
mejor prueba del potencial que poseen las plantas producidas en dichos viveros
son los óptimos resultados de los trabajos de regeneración ambiental que
venimos realizando en nuestra empresa desde hace varios años y que hablan por
sí solos.
Sin
embargo, la regeneración de zonas degradadas no es la única utilidad que se
puede dar a la planta autóctona, ya que como veremos a continuación, algunas de
sus especies se pueden utilizar como portainjertos.
El injerto
es una técnica de multiplicación vegetativa o asexual utilizada habitualmente
en fruticultura. Su origen se remonta a la época imperial China (1000 a . C). Consiste en unir
una parte de la planta, llamada injerto, púa o aguja sobre otra planta ya
establecida, a la que se denomina patrón o portainjerto, a fin de que suelden
entre ellas y puedan crecer juntas, formando, desde un punto de vista
fisiológico y estructural, una unidad. En esta unión, el patrón aporta el
sistema radicular al conjunto formado y, a través suyo, el agua y los
nutrientes necesarios para la supervivencia. Asimismo, proporciona el sistema
de anclaje de la planta. Por su parte, al injerto o variedad le corresponde
aportar las hojas, flores, frutos y ramas.
Para que se
pueda dar esta unión, es necesario que exista una compatibilidad entre el
injerto y el patrón. Esta compatibilidad viene determinada por su cercanía
taxonómica, es decir, cuanto mayor sea la cercanía evolutiva entre ambas partes,
más afinidad habrá. Este es el caso de especies estrechamente emparentadas o de
algunos géneros que se encuentran muy próximos en la evolución.
Mediante
esta técnica se puede lograr que la variedad que queremos mantener por sus
características estéticas, organolépticas o morfológicas permanezca sin
alteraciones, al tiempo que le proporcionamos una base que le va a permitir
superar mejor las dificultades que se le presenten, como por ejemplo, las que
aparecen cuando se planta una especie en una zona que no le es del todo
propicia. De esta forma, factores ambientales, como pueden ser las heladas, los
vientos, el estrés hídrico, el encharcamiento o el pH, por citar algunos de
ellos, podrán ser enfrentados con más garantías de éxito. Así, por ejemplo, si
injertamos al membrillero, que no puede sobrevivir en terrenos calcáreos, sobre
un patrón de espino albar, (Crataegus
monogyna) lograremos cultivarlo sobre suelos con un índice calcáreo
superior. Además, gracias a esta técnica, podemos proporcionar mayor
resistencia a aquellas especies que suelen ser frecuentemente atacadas por
parásitos o invertebrados a nivel radicular.
Ejemplar silvestre de espino albar (Crataegus monogyna) en plena floración
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Como vemos,
la naturaleza del patrón o portainjerto resulta vital de cara a la obtención de
un injerto viable y productivo, no sólo en lo que se refiere a la
compatibilidad entre los dos elementos que lo integran, sino también en cuanto
a su vitalidad, dureza y buena adaptación a las condiciones ambientales
reinantes. Es por ello que las plantas obtenidas a partir de semillas de
ejemplares silvestres, cuyo acervo genético guarda todo su potencial
adaptativo, se convierten en una poderosa herramienta, que nos puede ayudar a
mejorar nuestra producción. Entre las más de cuarenta especies que cultivamos
en Viveros Talaia, existen algunas que se han demostrado apropiadas para ser
utilizadas como portainjertos.
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