La
dispersión de los organismos es un suceso que se da en la dinámica de
poblaciones de forma natural. Las plantas, aunque de manera más limitada que
los animales, a base de dispersar sus propágulos, en ocasiones, incluso, a
distancias considerables, también poseen esa capacidad. Así, la distribución de
las comunidades vegetales ha ido variando a lo largo del tiempo. De hecho,
aquellas que encontramos hoy día poco o nada tienen que ver con las que hubo en
épocas pretéritas. Factores climáticos y edáficos han ido configurando, en cada
momento, las distintas comunidades vegetales. El enorme avance que tuvieron los
hayedos durante el último periodo interglaciar, a costa de desplazar otras
especies caducifolias, es un ejemplo de lo que vamos diciendo.
Para lograr esta dispersión, las plantas se
valen de diferentes vehículos: el viento,
con diásporas de poco peso o de gran superficie, materializadas en expansiones
plumosas, aladas, etc.; el agua, con
diásporas hidrófobas o con vesículas aéreas, que le ayudan a flotar; los animales, que pueden actuar como
vehículo al trasportar las semillas,
bien en su interior o en su exterior (para el primer caso, las diásporas
se dotan de olores y colores atractivos; para el segundo, de estructuras que le
ayudan a engancharse); dispersión propia,
en aquellos casos que la planta puede lanzar sus diásporas por sus propios
medios; el hombre, cuyo papel ha
sido de gran importancia a lo largo de la historia por su gran capacidad de
traspasar barreras infranqueables para otros organismos – sin duda alguna, esta
facultad se ha incrementado considerablemente
en los últimos doscientos años y, por ende, el propio movimiento de especies.
La
introducción propiciada por el hombre de especies exóticas, fuera de su área de
distribución natural, puede ser de forma intencionada, como ha ocurrido en
numerosos casos de jardinería, obra pública o explotaciones forestales, o de
forma involuntaria, a través de transportes de mercancías, turismo, etc.
Antes de
avanzar es conveniente aclarar qué se entiende por especies exóticas y especies
autóctonas. Si atendemos al origen de las especies, y a su capacidad de
dispersión y transformación del medio, se denomina especie nativa o autóctona “aquella que pertenece a la zona donde
ha evolucionado de forma natural y que se considera propia de una determinada
región geográfica”. Especie exótica “es la que se encuentra fuera de su área de
distribución natural y que ha sido incorporada de forma voluntaria o no, por el
hombre en zonas que no podría colonizar por sus propios medios.”; sinónimos de exótica
son foránea,
alóctona o introducida, entre otros. En cuanto a las especies exóticas cabe
distinguir: Especie exótica invasora, “es
aquella especie que se propaga a gran velocidad en una zona en la que consigue
establecerse, alterando la estructura y funcionamiento de los ecosistemas y
causando daños ecológicos, socioeconómicos y/o sanitarios”; Especie naturalizada, “aquella que
mantiene poblaciones durante varias generaciones (o por un mínimo de 10 años)
sin la intervención directa del hombre, reproduciéndose por semillas o
vegetativamente (rizomas, tubérculos, bulbos, etc.)”.
Cuando una
especie exótica se introduce en un nuevo
ecosistema, tiene que pasar una serie de filtros para poder prosperar. Entre
ellos podemos destacar: fisiológicos,
capaces de dificultar una correcta adaptación a las nuevas condiciones ambientales;
bióticos, factores de competencia
con las especies ya establecidas; numéricos,
cuando el número de colonizadores se muestra insuficiente, a pesar de que el
hábitat pueda ser propicio a la especie. Estos filtros explican el fracaso de
muchas de estas especies, que nunca llegan a naturalizarse. Sin embargo, en
ocasiones consiguen traspasar estos filtros y la nueva especie comienza a
reproducirse y a competir por los recursos con las plantas autóctonas,
convirtiéndose, de este modo, en un agente de cambio, con consecuencias
imprevisibles.
Entre los
caracteres propios que pueden favorecer que una especie exótica se convierta en
invasora se encuentran: alta capacidad reproductiva, tanto sexual como asexual;
alta capacidad de dispersión; adaptaciones que favorecen la propagación de las
semillas a corta y larga distancia; ecología de las semillas (longevidad,
posibilidad de permanecer en estado de latencia, etc.); crecimiento rápido
hasta alcanzar capacidad reproductora; gran plasticidad frente a cambios
ambientales; presencia de órganos de reserva.
Tuberobulbo de Crocosmia
x crocosmiiflora a partir del cual se desarrollan pequeños bulbillos que
sirven para propagar la especie
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Detalle del fruto de Baccharis halimifolia. Está considerada una de las especies
productoras de semillas más prolíficas que se conocen. Puede generar problemas
de alergia.
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A estos
factores podríamos añadir el incremento competitivo, que se produce cuando la
especie es capaz de sintetizar sustancias químicas (alelopáticas), capaces de
inhibir la germinación o de interferir en la absorción de nutrientes de las
posibles plantas competidoras. Por otra parte, al tratarse de sustancias
completamente novedosas, resulta frecuente que las especies nativas se
encuentren totalmente indefensas frente a ellas. En ocasiones incluso, estas
sustancias pueden llegar a ser tóxicas para la fauna local.
Pero
ciertamente el impacto invasor que puede tener una especie no depende sólo de
ella, sino también de la resistencia que ofrezca el nuevo entorno a ser
colonizado. Así, se ha visto que existe una estrecha relación entre la
introducción y asentamiento de especies invasoras y diversas alteraciones del
medio, provocadas, en la mayor parte de los casos, por la mano del hombre, como
son la fragmentación de hábitats, movimientos de tierras, degradación de
ecosistemas, pérdida de biodiversidad, prácticas extractivas e incrementos de
vías de comunicación.
Expansión de Hierba de la Pampa (Cortaderia selloana) junto a carretera y mina con abundantes
terrenos degradados
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Habría que añadir,
también, condicionantes ambientales, como son, entre otros: la temperatura, ya que cuanto más
benigno es el clima más fácil se produce la colonización, lo que ocurre sobre
todo en zonas cercanas a la costa; la
disponibilidad de agua, ya que episodios de sequía –por otra parte, cada
vez más frecuentes y prolongados, a causa del cambio climático que estamos
padeciendo- provoca el debilitamiento de
las plantas ya asentadas.
Indudablemente,
como consecuencia de las nuevas relaciones de competencia que se establecen por
la luz, el espacio, el agua y los nutrientes, la introducción de una especie
exótica en un determinado ecosistema supone un factor de cambio, que afecta a su
estructura y función.
Asimismo,
la proliferación descontrolada de especies exóticas provoca problemas
importantes, derivados de su origen: al no haberse producido una coevolución
entre ellas y los organismos responsables de la degradación de la materia
orgánica, presentes en el suelo, cuando mueren o pierden las hojas, hay, en
numerosas ocasiones, enormes dificultades para su descomposición, acumulándose
en el suelo durante largos periodos y secuestrando, al mismo tiempo, los
nutrientes necesarios para otras plantas.
La hibridación
entre diferentes especies, con la consiguiente pérdida de potencial genético,
puede ser otro problema añadido.
Como hemos
visto, las razones por las cuales una planta exótica se puede convertir en invasora
son muchas y muy complejas. Ahora bien, hay una serie de consideraciones que
deberíamos tener en cuenta:
- Cuando se introduce de forma deliberada una nueva especie, aunque sea con fines ornamentales, son tantos los factores que se ponen en juego, que es imposible predecir lo que puede pasar, si “escapa” y llega a naturalizarse. Existen múltiples ejemplos que ilustran este hecho. Un caso que todos conocemos es el la Hierba de la Pampa (Cortaderia selloana). Procedente de América, fue introducida en Europa y España por sus vistosos plumeros; la primera cita que se tiene de ella naturalizada fue en 1969 y en la actualidad se encuentra ampliamente distribuida por la Cornisa Cantábrica e islas Canarias. Otros ejemplos que ilustran introducciones con fines ornamentales y que hoy en día cubren extensas áreas son Buddleja davidii, originaria de China y Tíbet, y Crocosmia x crocosmiiflora, introducida desde Sudáfrica. A la luz de estos y otros casos podemos concluir que hacer introducciones deliberadas en busca de lo “exótico” es como jugar a la ruleta rusa; por tanto, debería prevalecer el principio de precaución.
- Es imprescindible actuar cuando aún se trata de una población pequeña y localizada; de lo contrario las posibilidades de erradicación disminuyen y los costes aumentan. Además si se actúa durante las primeras fases de expansión, es más factible que podamos erradicarla mediante extracción mecánica. En cambio si esperamos a su propagación, probablemente habrá que recurrir a otros métodos, como los químicos, más problemáticos y de peores consecuencias.
Colonización de Crocosmia
x crocosmiiflora en una vaguada de donde resulta muy difícil de erradicar
- Cuando actuamos sobre una especie invasora y logramos eliminarla de un área, debemos preguntarnos: ¿hay algún factor nuevo que impida su recolonización? ¿En la superficie afectada, han desaparecido las razones que han permitido su asentamiento y proliferación? Sabemos que muchas de estas especies oportunistas y generalistas aprovechan los espacios degradados, generalmente de origen antrópico (escombreras, taludes, cunetas, etc.), para asentarse, hacerse fuertes y a partir de ahí dispersar sus propágulos. Por tanto, si actuamos sobre estas zonas degradadas y ocupamos el espacio con plantas propias de estos hábitats, estaremos limitando el acceso de las plantas invasoras a estas plataformas, a partir de las cuales van a ir colonizando nuevos territorios. Existen numerosos ejemplos de actuaciones mal planificadas, que han supuesto un considerable desembolso, han introducido contaminantes en los ecosistemas (tratamiento con glifosato sobre la parte aérea del plumero de la Pampa) y finalmente no han llegado a cumplir el objetivo que perseguían. Recuperando estos espacios, impediremos su colonización por especies indeseadas, al tiempo que dotaremos a nuestro entorno de mayor biodiversidad y una mayor salud ambiental.
Sistema radicular de un ejemplar de Hierba de la Pampa
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Rebrote de Hierba de la Pampa a partir de su sistema
radicular a pesar de haber sido quemada la parte aérea de la planta
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No es
cuestión de pecar de incautos, debemos ser conscientes que no podemos poner
puertas al campo y el trasiego de especies a lo largo de todo el mundo se va a
seguir produciendo. Tampoco existen recetas mágicas que solucionen todos los
problemas, derivados de las invasiones biológicas y es probable que muchas de
ellas hayan venido para quedarse. Sin embargo, sí está en nuestras manos tratar
de frenar su expansión, a base de evitar la introducción de especies sin las
debidas garantías. Ahora bien, la herramienta fundamental necesariamente tiene
que ser el incremento de la biodiversidad, potenciando la salud de nuestros
ecosistemas y recuperando los espacios degradados. Sólo de esta forma
limitaremos unas expansiones que conducen al empobrecimiento y homogeneización
de ecosistemas y paisajes.
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