jueves, 11 de enero de 2018

Las plantas silvestres, útiles formadoras de setos vivos en jardinería

Cuando viajamos por la Cornisa Cantábrica, todavía podemos ver espacios rurales bien conservados, que nos muestran un tipo de paisaje cultural modelado durante siglos por la mano del hombre, en donde coexisten prados, huertas, pequeños bosquetes y edificaciones junto a plantaciones forestales. Esparcidos por doquier, vemos diferentes elementos que el hombre ha utilizado tradicionalmente para compartimentar y separar las distintas propiedades.

Paisaje reticulado a base de setos vivos formado por prados, huertas, reductos de bosque, núcleos rurales y plantaciones forestales 


En unos casos muros de piedra, en otros setos vivos y, en aquellos lugares donde la dedicación a las actividades más tradicionales se ha ido abandonando, han ido adquiriendo un notable protagonismo antiestéticos cerramientos a base de mallas, verjas o, incluso, somieres.

Muro de piedra antiguo colonizado por aladierno (Rhamnus alaternus) y hiedra (Hedera helix


Somieres cerrando una finca separada del resto del terreno mediante alambrada

No cabe ninguna duda que, de todos ellos, es el seto vivo natural el que tiene un mayor valor ecológico. Sus especies integrantes forman parte de los bosques propios de la zona y han sido seleccionadas y favorecidas por el hombre a lo largo de la historia para crear esos muros vegetales.  Desde un punto de vista ecológico, reportan múltiples beneficios. 

Seto vivo separando fincas formado por arbustos como aligustre (Ligustrum vulgare), morrionera (Viburnum lantana) y espino albar (Crataegus monogyna)


Con el paso del tiempo, el paisaje rural se ha ido transformando. Usos tradicionales de la tierra han sido abandonados, y las urbanizaciones y las viviendas unifamiliares, que cuentan con pequeños terrenos particulares aledaños, han terminado por diseñar un nuevo paisaje. En un intento por conseguir privacidad y sustraerse de la miradas indiscretas, sus nuevos moradores han protegido sus fincas con cerramientos a base de árboles y arbustos alóctonos o foráneos.

Las especies de árboles más frecuentemente utilizadas son Thuja plicata, procedente de Norteamérica, y sus variedades, y Cupressocyparis leylandii, híbrido originado en Gales central a partir de dos especies procedentes de Norte América, C. macrocarpa y Chamaecyparis nootkatensis. En cuanto a los arbustos más empleados en cerramientos destacan Photinia x fraseri, híbrido también llamado Photinia Red Robin, cuyo género procede de Asia; Cotoneaster lacteus, oriundo de China, y Pittosporum tobira, originaria del sur de Japón y Este de China.

Son varios los factores que explican la sustitución en nuestros setos vivos de las plantas autóctonas por otras procedentes de países lejanos. Por un lado, se demandan plantas con crecimiento rápido, que, en el menor tiempo posible, proporcionen la máxima cobertura: indudablemente dichas especies lo brindan. Por otra parte, son plantas que en un principio resultan exóticas y poco vistas: fenómeno puntual y efímero, que se termina cuando la mayoría de fincas y jardines recurren a las mismas especies. Un buen ejemplo de esto último son los plumeros de la Pampa: sensación de belleza cuando se comenzaron a ver en los jardines y sensación de hartazgo al percibirlos ocupando gran parte del paisaje. Finalmente, no habría que olvidar el gran desconocimiento que buena parte de la población tiene de nuestras plantas, de las distintas especies que existen y de sus enormes posibilidades de cara a una jardinería sostenible e, incluso, económica.

Sin embargo, se ha comprobado que la utilización de especies de árboles de crecimiento rápido, como, por ejemplo, la Tuya o los leylandis, conlleva importantes riesgos. Los árboles, por definición, tienden a desarrollar sus ramas a una cierta altura del suelo, por tanto, pasados algunos años, empezarán a dejar huecos por abajo, clareándose el seto de forma progresiva. Además, sus raíces, diseñadas para soportar y anclar árboles de gran envergadura, alcanzan enormes desarrollos, que, en muchos casos, pueden llegar a generar graves problemas, pudiendo afectar al propio edificio, si se han plantado próximos a él. Todos hemos visto, en nuestras ciudades y pueblos, árboles plantados hace años, que, cuando alcanzan grandes proporciones, terminan provocando con sus raíces problemas en aceras y carreteras. 

Ciertamente este tipo de inconvenientes no afectan a los arbustos mencionados.  Sin embargo, no hay que olvidar los riesgos que se derivan de su carácter alóctono o foráneo.  Todas las plantas citadas anteriormente son productoras de frutos; los cuales han sido seleccionados por la evolución para dispersarse y perpetuar el organismo mediante la semilla que lleva en su interior. Para ello se han dotado de diferentes estrategias, como, por ejemplo, desarrollar colores atractivos, pulpas dulces, expansiones que facilitan su diseminación por el viento, etc. Es decir, nada impide que los frutos de las plantas exóticas empleadas en nuestros setos y cierres puedan ser dispersados y prosperar en el medio natural como otra especie autóctona cualquiera, con el riesgo de terminar convirtiéndose en una nueva especie invasora. Esto dependerá únicamente de lo agresiva que sea y de su capacidad de desplazar a otras especies. Concretamente, dos de las especies mencionadas anteriormente, Cotoneaster lacteus y Pittosporum tobira, ya se han naturalizado en la CAPV y resulta frecuente su presencia en hábitats antrópicos como bordes de carreteras y espacios naturales y seminaturales cercanos a la costa.



Extracción de  pies sueltos de Pittosporum tobira que ha conseguido prosperar  sobre los acantilados. Al fondo se pueden ver numerosas edificaciones que han utilizado dicha planta para hacer sus cerramientos



Semillas de  Pittosporum tobira sobre la arena esperando su oportunidad para germinar


Por todo ello, es necesario hoy en día insistir en que entre las plantas autóctonas existe una gran variedad de especies que, durante siglos, han cumplido la misión de separar fincas en el mundo rural y que pueden ser empleadas para hacer nuestros cerramientos. El laurel (Laurus nobilis), el aladierno (Rhamnus alternus), el cornejo (Cornus sanguinea), el lentisco (Pistacia lentiscus) o el madroño (Arbutus unedo), son sólo algunas de ellas. Cualquiera de estas especies puede formar setos de gran belleza por su floración, fructificación y color de sus hojas; admiten tratamientos de poda, se encuentran perfectamente adaptados a las condiciones ambientales de la zona, requieren pocos cuidados, pueden servir de alimento a las aves frugívoras y en ningún caso van a generar problemas de invasiones. Además, si combinamos varias especies a la hora de hacer el seto, podremos limitar el desarrollo de plagas, ya que la aparición de estas está íntimamente relacionada con la expansión de los monocultivos. Asimismo, a través de estas combinaciones dotaremos de mayor cromatismo al conjunto. 


Seto monoespecífico de Cupressocyparis leylandii afectado por Phytophtora sp



Seto utilizado para separar fincas formado por distintas especies, entre ellas destaca el cornejo (Cornus sanguinea) con su característico color granate cuando comienza a otoñar


La experiencia adquirida por nuestro equipo técnico a lo largo de todos estos años, tanto a través de los Viveros Talaia, como de los numerosos trabajos realizados, nos demuestra que, si se colocan en el modo y lugar adecuado, las plantas autóctonas son capaces de desarrollar unos crecimientos notables. Por las numerosas ventajas que supone la utilización de estas plantas en jardinería para la creación de setos vivos y sus nulos inconvenientes, junto a los numerosos problemas que ha acarreado y acarrea la utilización de plantas exóticas, creemos que es el momento de  dar un cambio hacia una jardinería ambiental sostenible, que, lejos de empobrecer nuestro patrimonio natural, contribuya a mantenerlo y mejorarlo.







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