miércoles, 21 de marzo de 2018

Plantas autóctonas sí, pero no a cualquier precio


La mayoría de los frutos generados por nuestras plantas silvestres, se producen y maduran a lo largo de la primavera, verano y principios de otoño. A través de las diferentes formas de dispersión, acaban su viaje en el suelo, engrosando el banco de semillas. Si las condiciones ambientales, sobre todo en cuanto a temperatura y humedad, son propicias, una gran parte de las semillas allí depositadas podrían germinar a lo largo del otoño, y las jóvenes plántulas se verían abocadas a tener que hacer frente a los rigores del invierno con muy pocas garantías de éxito.

 Por esta razón, muchas semillas presentan diferentes mecanismos de letargo que posibilitan el retraso de la germinación, hasta que las condiciones ambientales sean favorables a la supervivencia de la plántula. Gracias al letargo, una semilla viable, en unas condiciones ambientales que le son propicias para germinar, detiene su desarrollo, debido a factores estructurales o fisiológicos. Se trata de un mecanismo adaptativo, cuya función es asegurar la supervivencia del banco de semillas del suelo.

Por el contrario, el reposo de una semilla, cuyo concepto se suele identificar con el anterior, es aquel que se presenta cuando se detiene el desarrollo de la semilla por la ausencia de factores ambientales apropiados para su germinación (temperatura, agua, oxígeno).

Los mecanismos de letargo son variados. Hay externos: mediante cubiertas duras, que ofrecen resistencia mecánica e impermeabilidad a factores desencadenantes de la germinación, como pueden ser el agua o los gases; o mediante la presencia de sustancias inhibidoras en la superficie de la semilla. También, hay factores internos que inducen letargo y que proceden de la propia semilla.



Frutos de endrino (Prunus spinosa)

Semillas de endrino (Prunus spinosa) una vez eliminada la pulpa que las rodea. Resulta frecuente que la pulpa de los frutos  posean sustancias que provocan letargo


En cualquier caso, las semillas que poseen estas adaptaciones deben romper los letargos para poder germinar.

En la naturaleza, donde el tiempo no es un factor limitante, las semillas abandonan este estado tras pasar periodos de tiempo variables, en ocasiones hasta de varios años. Sin embargo, en un vivero de planta autóctona, como viveros TALAIA, cuyas plantas las obtenemos a partir de  semillas de frutos silvestres, aplicamos diferentes tratamientos con el objeto de romper los letargos y así conseguir que se produzca la germinación en el momento idóneo para optimizar el proceso productivo y para que sea, al mismo tiempo, lo más extensa y homogénea posible. En definitiva, estos tratamientos buscan reproducir las condiciones naturales que se encontraría una semilla hidratada en el suelo justo antes de su germinación. Como es lógico, cada especie es fruto de su propio camino evolutivo y, por tanto, requiere de unas particulares condiciones, lo que supone y obliga a un tratamiento específico y diferenciado para cada una de ellas.

En viveros TALAIA, producimos más de cuarenta especies autóctonas de árboles y arbustos. Para algunas especies somos los únicos productores existentes en el mercado. Todas ellas obtenidas después de llevar a cabo sucesivos ensayos y análisis orientados a romper la latencia de las semillas. Estos tratamientos se han ido elaborando mediante la observación directa de las condiciones ambientales que condicionan el desarrollo de las distintas especies, siendo esta dimensión experimental la que ha marcado la pauta para su elaboración. Precisamente, este profundo conocimiento, que tienen los técnicos de Talaia sobre los requerimientos de las plantas, ha servido, no sólo, para ampliar el abanico de especies producidas en su vivero, sino también, para afrontar con garantías de éxito, los diferentes trabajos de regeneración ambiental, que llevan realizando desde hace años.

Para la recuperación de un terreno degradado, resulta vital tanto la elección del cortejo de especies adecuadas a las condiciones ambientales, como la valoración acertada del grado de degradación que presenta su suelo. Este último factor, a veces no tenido en cuenta, posee una gran importancia y puede condicionar mucho la selección de las plantas más apropiadas. Existen numerosas actuaciones, que, pretendiendo conseguir una cobertura arbórea rápida, han terminado en fracaso, debido a la presencia de un suelo erosionado que no reunía las condiciones apropiadas para sustentar este tipo de vegetación.

 La experiencia nos dice que ser menos ambiciosos e impacientes conduce, en la mayoría de las ocasiones, a obtener unos mejores resultados. Por ello, suele ser más prudente, para recuperar espacios degradados, empezar introduciendo especies arbustivas, subarbustivas o incluso herbáceas, que preparen el camino al asentamiento posterior de plantas con mayores requerimientos, como es el caso de los árboles. Conocedores de esta realidad, en viveros Talaia, nos esforzamos en producir un importante y variado número de especies arbustivas, que utilizamos en nuestros trabajos como punta de lanza y que han demostrado ser aliadas de primer orden.

Otro factor de gran importancia, que puede marcar la diferencia entre una recuperación ambiental exitosa o fallida, lo constituye el origen de la semilla. En muchas ocasiones cuando se abordan repoblaciones con especies propias del lugar, se comete el fallo metodológico de  emplear planta producida en zonas o, incluso, países alejados del área de actuación. Tal es el caso de robles o hayas traídos de viveros situados en la Rioja o en Bélgica para ser plantados en la región cantábrica. Efectivamente, podríamos estar hablando de la misma especie, pero no del mismo ecotipo, entendiendo por ecotipo aquellos individuos pertenecientes a una determinada especie que se han desarrollado bajo unas concretas condiciones ambientales.

En viveros TALAIA, además de cuidar el origen de las semillas para que exista una concordancia entre su área biogeográfica y la zona donde finalmente se coloca la planta, el propio proceso de producción está enfocado, desde el principio, a la obtención de ejemplares sanos, fuertes y bien adaptados. Así, la estancia dentro del invernadero en el proceso productivo, se restringe únicamente a la fase de siembra y germinación, ya que, durante este periodo, son necesarias unas condiciones más estables y benignas que faciliten el proceso.


Frutos de endrino (Prunus spinosa) recién germinados con presencia todavía de  hojas embrionarias

Una vez las jóvenes plántulas se desprenden de sus hojas embrionarias y comienzan a aparecer las hojas verdaderas, son transportadas al exterior, siguiendo un proceso de aclimatación gradual, para que a partir de ese momento las plántulas, comiencen a desarrollarse y crecer por sí mismas, expuestas a los agentes atmosféricos. De esta forma logramos obtener unas plantas especialmente duras y resistentes, capaces de afrontar la difícil tarea de recolonizar terrenos degradados. No debemos olvidar que, aunque estemos hablando de seres sin cerebro, las plantas poseen memoria y son capaces de elaborar respuestas en base a un aprendizaje previo, de forma que responden mejor a un factor estresante si anteriormente han sido sometidas a ese estímulo.

Por tanto, concluyendo, aunque se hable de especies autóctonas, en el sentido de especies propias de una zona, no todas poseen las mismas características y, en consecuencia, no son garantía de éxito por sí mismas, pues, como hemos podido ver, son numerosos los factores que determinarán su óptima respuesta. 




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