La mayoría
de los frutos generados por nuestras plantas silvestres, se producen y maduran
a lo largo de la primavera, verano y principios de otoño. A través de las
diferentes formas de dispersión, acaban su viaje en el suelo, engrosando el
banco de semillas. Si las condiciones ambientales, sobre todo en cuanto a
temperatura y humedad, son propicias, una gran parte de las semillas allí
depositadas podrían germinar a lo largo del otoño, y las jóvenes plántulas se
verían abocadas a tener que hacer frente a los rigores del invierno con muy
pocas garantías de éxito.
Por esta razón, muchas semillas presentan
diferentes mecanismos de letargo que posibilitan el retraso de la germinación,
hasta que las condiciones ambientales sean favorables a la supervivencia de la
plántula. Gracias al letargo, una
semilla viable, en unas condiciones
ambientales que le son propicias
para germinar, detiene su desarrollo, debido a factores estructurales o
fisiológicos. Se trata de un mecanismo adaptativo, cuya función es asegurar la
supervivencia del banco de semillas del suelo.
Por el
contrario, el reposo de una semilla, cuyo concepto se suele identificar con el
anterior, es aquel que se presenta cuando se detiene el desarrollo de la
semilla por la ausencia de factores ambientales apropiados para su
germinación (temperatura, agua, oxígeno).
Los mecanismos
de letargo son variados. Hay externos: mediante cubiertas duras, que ofrecen
resistencia mecánica e impermeabilidad a factores desencadenantes de la
germinación, como pueden ser el agua o los gases; o mediante la presencia de
sustancias inhibidoras en la superficie de la semilla. También, hay factores
internos que inducen letargo y que proceden de la propia semilla.
Frutos de endrino (Prunus
spinosa)
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Semillas de endrino (Prunus spinosa) una vez eliminada la pulpa que las rodea. Resulta frecuente que la pulpa de los frutos posean sustancias que provocan letargo |
En cualquier caso, las semillas que
poseen estas adaptaciones deben romper los letargos para poder germinar.
En la naturaleza, donde el tiempo no
es un factor limitante, las semillas abandonan este estado tras pasar periodos
de tiempo variables, en ocasiones hasta de varios años. Sin embargo, en un
vivero de planta autóctona, como viveros TALAIA, cuyas plantas las obtenemos a
partir de semillas de frutos silvestres,
aplicamos diferentes tratamientos con el objeto de romper los letargos y así
conseguir que se produzca la germinación en el momento idóneo para optimizar el
proceso productivo y para que sea, al mismo tiempo, lo más extensa y homogénea
posible. En definitiva, estos tratamientos buscan reproducir las condiciones
naturales que se encontraría una semilla hidratada en el suelo justo antes de
su germinación. Como es lógico, cada especie es fruto de su propio camino
evolutivo y, por tanto, requiere de unas particulares condiciones, lo que
supone y obliga a un tratamiento específico y diferenciado para cada una de
ellas.
En viveros TALAIA, producimos más de
cuarenta especies autóctonas de árboles y arbustos. Para algunas especies somos
los únicos productores existentes en el mercado. Todas ellas obtenidas después de
llevar a cabo sucesivos ensayos y análisis orientados a romper la latencia de
las semillas. Estos tratamientos se han ido elaborando mediante la observación directa
de las condiciones ambientales que condicionan el desarrollo de las distintas
especies, siendo esta dimensión experimental la que ha marcado la pauta para su
elaboración. Precisamente, este profundo conocimiento, que tienen los técnicos
de Talaia sobre los requerimientos de las plantas, ha servido, no sólo, para
ampliar el abanico de especies producidas en su vivero, sino también, para
afrontar con garantías de éxito, los diferentes trabajos de regeneración
ambiental, que llevan realizando desde hace años.
Para la recuperación de un terreno
degradado, resulta vital tanto la elección del cortejo de especies adecuadas a
las condiciones ambientales, como la valoración acertada del grado de degradación
que presenta su suelo. Este último factor, a veces no tenido en cuenta, posee
una gran importancia y puede condicionar mucho la selección de las plantas más
apropiadas. Existen numerosas actuaciones, que, pretendiendo conseguir una
cobertura arbórea rápida, han terminado en fracaso, debido a la presencia de un
suelo erosionado que no reunía las condiciones apropiadas para sustentar este
tipo de vegetación.
La experiencia nos dice que ser menos
ambiciosos e impacientes conduce, en la mayoría de las ocasiones, a obtener unos
mejores resultados. Por ello, suele ser más prudente, para recuperar espacios
degradados, empezar introduciendo especies arbustivas, subarbustivas o incluso
herbáceas, que preparen el camino al asentamiento posterior de plantas con
mayores requerimientos, como es el caso de los árboles. Conocedores de esta
realidad, en viveros Talaia, nos esforzamos en producir un importante y variado
número de especies arbustivas, que utilizamos en nuestros trabajos como punta
de lanza y que han demostrado ser aliadas de primer orden.
Otro factor de gran importancia, que
puede marcar la diferencia entre una recuperación ambiental exitosa o fallida,
lo constituye el origen de la semilla. En muchas ocasiones cuando se abordan
repoblaciones con especies propias del lugar, se comete el fallo metodológico
de emplear planta producida en zonas o,
incluso, países alejados del área de actuación. Tal es el caso de robles o
hayas traídos de viveros situados en la Rioja o en Bélgica para ser plantados
en la región cantábrica. Efectivamente, podríamos estar hablando de la misma
especie, pero no del mismo ecotipo, entendiendo por ecotipo aquellos individuos
pertenecientes a una determinada especie que se han desarrollado bajo unas
concretas condiciones ambientales.
En viveros TALAIA, además de cuidar
el origen de las semillas para que exista una concordancia entre su área
biogeográfica y la zona donde finalmente se coloca la planta, el propio proceso
de producción está enfocado, desde el principio, a la obtención de ejemplares
sanos, fuertes y bien adaptados. Así, la estancia dentro del invernadero en el
proceso productivo, se restringe únicamente a la fase de siembra y germinación,
ya que, durante este periodo, son necesarias unas condiciones más estables y
benignas que faciliten el proceso.
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Frutos de endrino (Prunus spinosa) recién germinados con presencia todavía de hojas embrionarias
Una vez las jóvenes plántulas se
desprenden de sus hojas embrionarias y comienzan a aparecer las hojas
verdaderas, son transportadas al exterior, siguiendo un proceso de aclimatación
gradual, para que a partir de ese momento las plántulas, comiencen a
desarrollarse y crecer por sí mismas, expuestas a los agentes atmosféricos. De
esta forma logramos obtener unas plantas especialmente duras y resistentes,
capaces de afrontar la difícil tarea de recolonizar terrenos degradados. No
debemos olvidar que, aunque estemos hablando de seres sin cerebro, las plantas
poseen memoria y son capaces de elaborar respuestas en base a un aprendizaje
previo, de forma que responden mejor a un factor estresante si anteriormente
han sido sometidas a ese estímulo.
Por tanto, concluyendo, aunque se
hable de especies autóctonas, en el sentido de especies propias de una zona, no
todas poseen las mismas características y, en consecuencia, no son garantía de
éxito por sí mismas, pues, como hemos podido ver, son numerosos los factores
que determinarán su óptima respuesta.
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